domingo, 10 de abril de 2011

La fantástica historia de la mujer tortuga, la mujer ardilla y la mujer paloma.

Un miercolero es un nido de amor. -Sacado del libro "Tortugas en B 612"

El ser un macho siempre es lo más importante, debes demostrar que eres agresivo y fuerte, así tu papá se sentirá orgullosos de ti. Bien sabes que un hijo marica es igual de inservible que que el rollo donde venia envuelto el papel higiénico, solo los maricas le sacan uso, debes ser macho para que papá se sienta orgulloso, ya sabes que eres un macho, recuerda que que los machos le pegan a la mujeres, y les rompen el corazón, los machos escupen en la calle, los machos no lloran HACEN LLORAR. Y ¿si yo nunca logro ser un macho? fue un error decirle eso al macho alfa, solo logré que me golpeara.

Así fue como salí de mi entorno, ahora que logro recordar, me negué a ser macho y solo quise ser humano, así conocí a la mujer tortuga y me convertí en cangrejo, así fue como construimos un castillo de arena, pero los pensamientos de macho volvieron, y la lastime, la herí le corté el corazón en varios trozos y con ellos hice un móvil para mi habitación, sus lagrimas fueron trozos de mar, sus besos son la brisa de la costa, sus caricias son las cálidas pinceladas que te da el sol en la playa. Ya la recordé, lo he logrado, lo pude hacer.

La mujer ardilla puede ser ella también, y de nuevo el espíritu macho la alejo de mi bosque, la mujer ardilla sonreía con emoción, sus piernas eran preciosas como dos churros azucarados, la mujer ardilla dormía abrazada a mi, le gustaba que le sobara los píes para arrullarla, la mujer ardilla fumaba vida y me sonreía en las fotos, la mujer ardilla siempre comía poco y yo me terminaba su comida, la mujer ardilla se fue cojeando. Aún no se ella que rumbo tomó, algunas veces los arboles me la recuerdan al igual que el color verde.

La mujer paloma fue aún más fácil de recordar, de las tres mujeres que tuve ella fue la que más poco duro, pero también mi parte de macho la echo, con ella me solía ir a volar por horas, me mostraba la ciudad desde lo más alto y me decía que el cielo era buen confidente, se sonrojaba cuando las gaviotas nos veían dandonos un beso, y solía masticar mi cabeza en señal de desespero, la mujer paloma cantaba su canción mientras se mecía sobre los mares, a la luz de la luna la besaba sosteniendo la vara del castigo.

Llega el día en que te vuelves un absurdo incomprendido, donde no tienes más que soltar que tus gritos de ira, y te das cuenta de lo hermoso que perdiste por el orgullo y el machismo, no creo que las vuelva a ver, no juntas, no sonriendo, no como aquella vez, aquella vez cuando más las amé.

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